Carine Roitfeld es la editora en jefe de la edición francesa de Vogue , cargo que ocupa desde 2001.

Antes de dirigir 'Vogue', fue estilista y modelo. Posó para Kenzo -«me adoraba y hacía toda la ropa sobre mí, lo que me convierte en una antigualla»- y Tom Ford la convirtió en su musa. No tiene ordenador y cultiva de tal modo su imagen que traspasa los límites de la moda. Va por la vida como si acabara de levantarse de la cama, con un look de lo más desaliñado pero 'chic'. Lleva siempre el pelo hacia adelante para tapar la mitad de su cara. Enemiga del botox, con sus ojos 'ahumados', que han copiado todas las modelos, da la sensación de vivir instalada en una eterna resaca, lo que no debería extrañar dada su desmedida afición a las fiestas.

Las otras son sus hijos, especialmente su 'ojito derecho', Julia Restoin Roitfeld, a la que modela a su antojo. Las malas lenguas dicen de ellas que se despiertan con los tacones puestos. Madre e hija, parecen cortadas por el mismo patrón: mismos gustos, mismos gestos, mismas poses, idénticos vestidos... y ¡siempre despeinadas! La joven protagonizó la campaña del primer perfume de Tom Ford y ocupó una doble página en la revista de mamá. Nadie duda de que algún día la reemplazará. Pero deberá esperar. De momento, es Carine la que se juega el tipo. Muchos la ven como sucesora de Anna Wintour. «El 'Vogue' definitivo es el de Estados Unidos», confiesa. Roitfeld ni confirma ni desmiente. «Me encantan los desafíos», resuelve enigmática. «Si luchas por pagar las facturas trabajando en revistas y campañas que no te gustan, es difícil que te siga gustando la moda. Es como cuando exprimes un limón... mientras que a mí todavía me queda jugo», sentencia.

La pluma más 'cool' de la moda eclipsa a todo el que se cruza en su camino, incluidos diseñadores y tops models. Lo mismo da que se llamen Karl Lagerfeld, Giorgio Armani que Naomi Campbell. Ha plantado cara incluso a la poderosa Balenciaga, firma con la que ha mantenido un duro pulso. Las colecciones del genial Nicolas Ghesquière han estado mucho tiempo sin aparecer en sus páginas tras vetar el acceso de 'Vogue' a sus desfiles. Un choque de trenes del que Carine ha salido indemne. Nadie la tose. Ni siquiera sus jefes, que le ríen las gracias porque en tiempos de recesión publicitaria ha sacado petróleo de su talento y buen oficio para ofrecer a las lectoras lo que éstas quieren: «Sueños». Nada de dar consejos sobre lo que mejor les sienta. Eso se lo deja a revistas «de otro tipo».

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